lunes, 6 de abril de 2009

Homer Simpson lo había pronosticado


Vale la pena leer una de las últimas portadas de Time, la revista política norteamericana. Se titula "The end of excess" (el final de los excesos) y añade: "Why this crisis is good for America" (por qué esta crisis es buena para EEUU).
Comienza relatando la revolución que trajeron Reagan en EEUU y Thatcher en Gran Bretaña, cuando abrieron las puertas a las innovaciones financieras de los mercados. El precio de las viviendas, las bolsas, todo subió año tras año.

El dinero comenzó a moverse de un lado para otro de forma vertiginosa. A finales de los ochenta, sólo dos estados de EEUU (Nevada y New Jersey) tenían casinos. Hoy ya son 12 estados. Pero en 49 de ellos se permiten las apuestas de una forma más o menos legal.

Esos años que van de final de los setenta hasta 2008 fueron tiempos de la codicia sin parangón, de los excesos. Pero eran excesos virtuales porque la realidad del país iba por otro sitio: la industria de automóviles no había renovado sus modelos y estaba perdiendo competitividad. Las casas subían de precio sí, pero solo eso, porque los ingresos de las familias iban en declive, hacia abajo. El país creció en una burbuja financiera "pero nosotros lo ignoramos o nos encogimos de hombros porque no queríamos ver hacia dónde nos dirigíamos", cuenta Kurt Andersen, el articulista de Time.

Por cierto, lo mejor de todo es cómo la cultura popular creó un icono para esa forma de ser: Homer Simpson. "Infantil, irresponsable, gordo y feliz", dice Time. Es una brillante comparación. No es que Homer Simpson lo pronosticara: es que Homer era la imagen de la falta de visión de todo un país. Genial.

Pueden leerlo todo en inglés en este link. Es un artículo largo pero creo que resume la filosofía que ha llevado a este precipicio. Está ahí escrito. Fue la edad de la codicia, y lo bueno de que haya sucedido es que EEUU ha aprendido una lección.
Pero eso duele.

Por cierto, Kurt Andersen es novelista. Lo descubrirán a medida que vayan leyendo el artículo porque tiene un estilo que sólo tienen los periodistas con ambiciones literarias... o los novelistas. Bravo.

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